Basílica del Voto Nacional

El largo camino para la construcción de la Basílica del Voto Nacional inició el 25 de marzo de 1874 con la consagración de Ecuador al Sagrado Corazón de Jesús, realizada por orden del entonces presidente García Moreno y llevada a cabo por el arzobispo de Quito, monseñor José Ignacio Checa y Barba.

El 23 de julio de 1883 el Pentavirato de Gobierno Provisional de Quito, expidió un decreto para iniciar los estudios del proyecto para levantar un monumental templo consagrado al Corazón de Jesús, cuya primera piedra sería colocada a finales del mismo año por el nuevo presidente José María Plácido Caamaño en los terrenos al norte del Parque La Alameda, donde se planificó inicialmente la obra.

En 1887 el Gobierno encargó la vigilancia del proyecto a los padres del Corazón de Jesús. Durante esta época tuvieron lugar los estudios de suelo de La Alameda, que arrojaron datos desfavorables para la construcción de un edificio de piedra con el peso planeado sin incurrir en grandes gastos de cimentación o poner en riesgo la estructura, y se decidió adquirir las tierras de una quinta perteneciente a la familia Hurtado, ubicada a los pies de la colina de San Juan, hasta donde se trasladaría la obra.

Para 1890 el presidente Antonio Flores Jijón contrató los servicios del arquitecto francés Emilio Tarlier.

El 10 de julio de 1892, tras una nueva ceremonia de colocación de la primera piedra, esta vez ya en el lugar definitivo y presidida por el presidente Luis Cordero Crespo.

En tiempos más contemporáneos, los gobiernos de Rodríguez Lara (1972-1976) y León Febres-Cordero (1984-1988), inyectaron importantes sumas de dinero para acelerar la construcción; sobre todo el segundo, que deseaba la obra concluida antes de la visita del papa Juan Pablo II, programada para enero de 1985. El 30 de enero el Papa bendijo el edificio mediante una misa celebrada por él mismo en el templo. Finalmente, y aunque posee muchas decoraciones por terminar, el 12 de julio de 1988 la basílica fue oficialmente consagrada e inaugurada por el arzobispo de Quito, Antonio José González Zumárraga.

Fuente: LosLadrillosDeQuito