El Cóndor y el Colibrí
La leyenda cuenta que el cóndor miró al colibrí. Le pareció un astro diminuto alegrando la floresta; entonces, pidió al colibrí le acompañase a un viaje por las alturas.
El colibrí voló…voló y voló. Los dos eran héroes planetarios, viajeros alucinados que llegaron al arco iris.
El cóndor pintó en el colibrí la eternidad de los colores verde esmeralda, azul y amarillo.
La leyenda añade que el cóndor regresó al valle y con el alma extendida sobre la tierra, escribió tres palabras en el cuerpo del colibrí: esperanza, amor universal y abundancia.
Esta historia nos recuerda cuando los Quitus disfrutaban del mito del colibrí que significaba esperanza y proyección al infinito; y, cuando la Princesa Toa iba a contraer matrimonio con Hualcopo Duchicela, soñó en un colibrí posado en una mata de maíz.
La leyenda dice que el cóndor regresó al valle, batió sus alas con
dirección a las colinas quiteñas.
La vacía inmensidad del cielo azul cobijó al colibrí absorbiendo el verde esmeralda, el azul y amarillo, mientras resplandecía en el picaflor: la esperanza, el amor universal y la abundancia.
Insiste la leyenda que el cóndor en medio de la majestad andina, depositó dentro de sus alas la solidaridad encontrada en el colibrí, la planta, el lucero y las deslizó hechas rocío iluminado de fulgor eterno.
Fuente: LEYENDAS Y TRADICIONES QUITEÑAS – OSWALDO RIVERA VILLAVICENCIO
