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QuitoEn360 | 10/05/2021 | 0 Comments

El poderoso Illiniza

En aquellos tiempos montañosos, se cuenta que los nevados eran grandes amigos de los habitantes de los pueblos, caminaban libremente por la ciudad e incluso solían dar charlas a los niños para que aprendieran a respetar al mas viejo caminante de las montañas.

Los abuelos cuentan que un día Illiniza, el poderoso nevado, había bajado a escuchar una ceremonia en una capilla pequeña de la ciudad de Latacunga y como era de costumbre, dejó a su becerro amarrado afuera mientras iba por algo de tranquilidad

Los que miraban pasar relatan que de su poncho caía pura y cristalina agua; su mirada era infinita como un atardecer con un triple arcoíris lleno de belleza sobrenatural, su cabello era blanco, sus manos estaban agrietadas y lastimadas; cuando caminaba su estela dejaba una niebla majestuosa.

Su visita a la capilla era constante y los habitantes llegaron a vivir con felicidad al saber que el viejo les cuidaba. Pero una tarde, cuando salía de la capilla no encontró a su becerro; alguien decidió robarle al más viejo del pueblo su transporte hacia los mismísimos cielos

Tal fue su dolor que abandonó la cuidad y sus habitantes; mientras se escuchaba, cada tarde a sus nieves perpetúas convertirse en el lamento de aquel guardián que perdió a su compañero de camino.

Desde entonces no ha vuelto a aparecerse entre los oriundos de Latacunga y ellos extrañan con misterio su presencia en la capilla, las calles y sus corazones.

Fuente: Sempiterno Ábaco de Leyendas – Daniel Villacis


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