El Toro y la Laguna
Cuenta la leyenda que un vaquero llego a su hogar todo maltratado, al verlo su esposa lo regañó pues no era la primera vez que llegaba así
El motivo del porque siempre llegaba así fue desde aquel día en que su capataz lo envió a pastar ganado en el páramo de Tililac, el vaquero se bañaba en unas vertientes al medio día, y esa misma noche llegó todo golpeado
Desde ese día, estar con el ganado se convertiría en una necesidad inexplicable, la esposa supo que algo no estaba bien, parecía secuestrado por algún encanto y aunque dejó pasar el tiempo, con la esperanza de recuperar al marido de forma espontánea, ella iba a descubrir la verdad.
El vaquero fue a pastar el ganado, pero esta vez no estaba solo, su esposa lo seguía sigilosamente. Cabalgaron por las faldas del taita Chimborazo hasta llegar al sitio donde solía pastar la manada, una larga planicie verde con una laguna en la mitad: Yanakocha.
Era el medio día, el sol brillaba en el centro del cielo, no había ni nubes, ni sombras protectoras. El vaquero se ubicó junto a la laguna, se quitó el sombrero y lo depositó en el suelo, luego hizo lo mismo con el poncho rojo, el zamarro de piel de borrego y toda la ropa hasta la desnudez.
Su esposa lo espiaba a escondidas, el hombre se sumergió en la laguna sin titubear, el agua no se enturbió, la mujer no veía nada extraño hasta que…
Los minutos pasaron y el vaquero no salía, la mujer se acercó a la laguna, miró adentro, pero no pudo ver sino las aguas negras que le devolvían su propio reflejo, iba entrando en desesperación a medida que pasaba el tiempo.
En medio del dolor, estaba pensando en bajar, para que la comunidad ayudara con el rescate del cuerpo. De pronto, el espejo de agua comenzó a temblar.
Desde las profundidades de la laguna negra emergió desaforado un toro corpulento con cachos arqueados como de luna nueva, y un pelambre tan oscuro como las aguas de la laguna.
La esposa hubiese preferido que se quedara en el fondo, porque en la pampa, el toro negro se fue a disputar a cabezos el derecho de aparearse con las hembras de la manada.
Por eso regresaba golpeado a casa. Al constatar esto, la mujer lanzó un grito y bajó corriendo con dirección a la comunidad, iba contando lo que había visto a todo aquel que encontró en el camino de regreso.
Desde aquel día, la luna nueva en el cielo le recordaría a su marido, aquel vaquero que se convirtió en toro, que se quedó entre el ganado montaraz y que nunca más regresaría a casa.
Fuente: tradicionoralchimborazo
