El Valle de Carapungo – Leyenda
Quito, ciudad de contrastes, espacios verdes, secos y amarillos, igualada de libertad interior india, mestiza y blanca, sorprende por su historia, optimismo y rebeldía
La inquieta fruición de sus pueblos es susceptible de vivencias, ideales, aspiraciones abiertas en línea directa de trabajo frente a la naturaleza fértil y seca pero agitada en germinación y florecimiento
Nos referimos a la parroquia Calderón o Carapungo, unida actualmente Quito, con más de cien mil habitantes. Planicie progresista que recibe el sol tibio al compás de una palpitación cordial de esfuerzos y aspiraciones parecidas a las burbujas de luz, entre artesanías y variadas especies de maíz
Extensión fresca y seca, hace sonreír a las crudas realidades amables y emprendedoras. De aquello que percibimos con sabor íntimo, absorbemos las fortalezas, sintetizamos conjuntos tradicionales, desmenuzamos sensaciones, contemplamos matices, orígenes, arraigadas costumbres, esenciales alimentos que llegan del ambiente y del alma
Carapungo, significa puerta o entrada grande o también valle de los señores (cara: señor y pungo: valle); es decir, puerta de entrada a la realidad o al sueño, a la tierra y al trabajo para abrir caminos orientados a las siembras y a las cosechas.
El señor del Valle de la estirpe de los Quitus, tenía fuerza poderosa nacida del sol con el propósito de cultivar el maíz, la quinua y otros granos que constituían comida, bebida y medicamentos
El Señor del Valle enriqueció el sector pidiendo agua junto a los Amautas que sugerían cultivar la tierra con inteligencia y corazón
La puerta del Gran Señor se abrió para todos armonizar el desvelo y la visión del trabajo, la alegría y el gozo con vibración de sol que paseaba por los caminos
Soñaba regar sus tierras secas ardiendo entre las trenzas oscuras de los árboles, mientras en su corazón quedaba un sedimento melancólico.
En sus sueños escuchaba el ruido del agua deslizarse por los suelos y esa fortaleza siempre estuvo en pie. Su empeño misterioso tambaleaba al igual que las raíces agonizantes. El afán del alma serena sube acompañado del viento y de las plumas ceremoniales polvorientas
La leyenda dice que una tarde primaveral, los Amautas pensaron en la palma aguashi que atraía el agua que recorría lejos o cerca en calidad de ojo de agua o arroyo. Esta palma crecía donde había el líquido vital y al secarse alguna fuente se sembraba palmas y volvía a correr el agua en sitios altos y bajos y al recogerla siempre era dulce y exquisita
Desde entonces, en Carapungo se siente la aspiración del Gran Señor de la Puerta Grande que aparece como surtidor y el viento avaricia su rostro, se alborota su ánimo secreto y la luz blanca y amarilla se baña en el remanso
Fuente: LEYENDAS Y TRADICIONES QUITEÑAS – Oswaldo Rivera Villavicencio
