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QuitoEn360 | 21/05/2021 | 0 Comments

Los Gigantes de Chimbacalle

Dicen que hace mucho tiempo había en Quito tres hermanos que se dedicaban al robo, como no había tapial ni puerta que se les resistiera, la gente los apodaba Los gigantes. El mayor era experto en abrir cerraduras, no existía caja fuerte que no pudiera forzar; el segundo era un experto trepador, un verdadero equilibrista, decían que podía caminar sobre los alambres de luz eléctrica sin caerse; el menor tenía un oído y una vista muy desarrollados, y se encargaba por ello de avisar a sus hermanos si venía alguien, pues podía captar el más leve paso a cuadras de distancia.

Una noche, luego de regresar con el botín de una casa saqueada se toparon, cerca de la quebrada de Chimbacalle, con una procesión que sin que pudieran huir los rodeó, un hombre bajito y de sonrisa ladina, vestido con una elegante leva negra, les dijo que los andaba buscando para un trabajo, y que si lo hacían tendrían todas las riquezas imaginables.

Los ladrones, sospecharon quien les hablaba era nada menos que el diablo, pero no pudieron rechazar su oferta. El hombre les mostró una caja fuerte de metal de tres metros de altura que llevaban en andas en medio de la procesión y les dijo que si la podían abrir sin que suene y sin despertar al barrio, les daría tanto oro que no podrían gastarlo en toda su vida.

El segundo intentó trepar pero a medida que subía la caja se hacía más grande, el mayor intentó abrirla pero cada vez que estaba a punto de hacerlo la puerta cambiaba, y el menor
empezó a oír una campanilla que cada vez se hacía más fuerte hasta que el sonido los dejó sordos.

Dicen que desde entonces, en las madrugadas neblinosas de Chimbacalle, se puede ver a los tres ladrones intentando abrir la caja, a veces sólo se oye el sonido de la campanilla y la gente comenta: son Los gigantes que el diablo les puso una tarea imposible.

Fuente: Libros de Pichincha


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