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QuitoEn360 | 26/06/2021 | 0 Comments

Tras las cortinas de La Ronda

La cantina del Comandante Antonio Alomía no era para cualquiera. Ahí entraban solamente los de altura intelectual; personajes como Eduardo Ledesma Muñoz, Enrique Noboa Arízaga, y Hugo Moncayo, que en esos días eran apenas jóvenes precipitados. El Murcielagario, como lo bautizó el Comandante, era el primer paradero en La Ronda por esos tiempos, pero a pocos pasos estaba la casa de la señora Ana Luisa Muñoz Jiménez, donde se realizaban tertulias con frecuencia. En esos días de gloria, cuando La Ronda era el lugar más interesante de Quito, nació Amparo Carvajal.

La Ronda no es más que una callecita del Quito antiguo. En su tiempo se situó en los límites de la ciudad, y como margen, no atrajo a familias adineradas ni mereció edificaciones monumentales – en una fundación colonial donde sobraban iglesias, a La Ronda no le tocó ni una capilla -. Pero si bien nadie vino a santiguarse al borde de la quebrada, muchos fueron los hombres que vinieron a inspirarse. Así, Amparito jugaba en el umbral de la puerta por donde pasaron novelistas, poetas, periodistas y compositores que hoy se suman a la lista de los nombres destacados de la literatura, música y arte ecuatoriano.

«La Ronda era uno de los enclaves que estaba en riesgo de perderse,” explica Fernando Jurado Noboa, autor de varios libros sobre las calles de Quito, incluyendo La Ronda: Nido de Poetas y Cantores.

“La Ronda se había salvado casi milagrosamente a nivel estructural, pero había caído en un estado de deterioro material y moral,” cuenta Jurado, quien concibe su libro sobre la histórica calle como un grito de auxilio a los alcaldes de la ciudad.

José García Moreno llegó a La Ronda en 1945. Era el menor de dos hermanos, que vinieron desde Guayaquil a vivir con sus tíos; sus padres habían fallecido. Se acomodaron en una casa andaluza del siglo XVII, una de las tres que sobreviven en la primera cuadra de la calle, y en poco tiempo, se habían acostumbrado a reunirse entre amigos, a tomar la bebida llamada, en ese entonces, hervido de naranjilla, hoy el tradicional canelazo.

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Fuente: nanmagazine.com


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